Ahora más que nunca, una educación emocional!

Desde que me atrae el mundo de las emociones, el mundo de la expresión emocional he creído necesario la incorporación en las aulas de una alfabetización emocional. Creo que en más de una ocasión una de las mayores frustraciones que observo en mi día a día con las personas con las que trabajo es no saber decir ni a los demás ni a nosotros mismos, cómo nos sentimos. Este hecho se produce por falta de un vocabulario emocional, una carencia en este lenguaje así que todo se traduce en términos de “estoy bien” “estoy mal” o “no sé cómo me siento”.

Afortunadamente y poco a poco personas creativas y maravillosas han ido creando herramientas que nos ayudan a tapar esas carencias. El libro de Cristina Nuñez Pereira y Rafael R. Valcarcel, “Emocionario”, es una herramienta sumamente útil, amplia y entendible para trabajar con niños de primaria y ampliar ese vocabulario. Es visual al mismo tiempo que los textos son cortos y cercanos…y lo más importante, nos dan pie a cuestionarnos en qué momentos nos hemos sentido así.

Por otro lado, en el libro de Daniel Goleman “Inteligencia emocional” nos habla de muchas escuelas, mayoritariamente norteamericanas que cada vez trabajan con proyectos de “alfabetismo emocional”. Algunas de las principales premisas de esta inteligencia emocional definidas por Salovey y respaldadas por Gardner, descubridor de las inteligencias múltiples son las siguientes:

El conocimiento de las propias emociones, necesarias para poder expresar cómo nos sentimos ante los muchos escenarios que se nos presentan.

La capacidad de controlar las emociones, importante para poder trabajar los enfados, el miedo, la ansiedad, la tristeza, etc. y aprender a tener un mayor control (en el sentido positivo y liberador de la palabra) de nuestro sentir.

La capacidad de motivarse uno mismo,  “aprender a demorar la gratificación”, “sofocar la impulsividad”, capacidades que pueden dar como resultado unos mejores resultados académicos y una mayor motivación en el aula.



Mencionando estas tres primeras premisas, me encantaría poder demostrar lo sobradamente justificado que está la incorporación de una alfabetización emocional, diseñada y adaptada a todos los cursos escolares. Pero si no lo teníamos claro, toda esta situación de incertidumbre, confinamiento, problemas laborales en las casas, intensas convivencias con los grupos familiares ocasionados por el COVID-19  hacen que esta asignatura o estas herramientas  sean más indispensables que nunca…para poder tener a una generación más entrenada emocionalmente, que  puedan dar respuesta  a todos los retos que lleguen a presentarse.

Nos ponemos a ello?

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